Trenes solitarios en el origen y en el término, llenos de vida en su corto o
largo trayecto, tristes despedidas, alegres encuentros, fugaces visiones de
paisajes, de mieses maduras, de pétreas montañas; ver como por unos segundos,
se pierde el tren, quizás el último tren, ver descender en apeaderos,
mucho antes de su destino, ligeros de equipaje,
a gran parte de pasaje.
Todos elegimos destino, al sacar nuestro billete en la estación de origen,
pero...¿ llegaremos a la estación Términi?,
o seremos de los que nos bajamos en los apeaderos?
El A V E, por Esther Quijada (Club de Lectura Aulaga)
Por la ventanilla pasa fugazmente el paisaje, viendo únicamente ráfagas de colores ,verdes, amarillos, rojos, una amalgama que nos recuerda un cuadro sicodélico.
Nuestro subconsciente nos traslada a otras épocas, aquellas en que el tren ,
pese a sus incomodidades, tenía su encanto; había compartimentos
en los que el pasaje confraternizaba y se intercambiaban sus viandas,
pues no había coche restaurante, pero sí un pasillo a lo largo de todo el vagón,
donde se salía a fumar, estirar las piernas, charlar y como no, a ligar.
Disfrutábamos del paisaje, extensos campos de maduras mieses, olivares, pinares,
agrestes montañas, pequeños pueblos, un cielo limpio o una lluvia torrencial.
En las muchas paradas, podías bajar al andén y comprar lo típico de cada sitio,
hasta que el inconfundible "Viajeros al tren", te avisaba de la partida.
Más de uno lo perdía...
Llegabas feliz a tu destino, eso sí, con algo de carbonilla, pero con nuevas amistades
y gratos recuerdos del trayecto.
El tren, por Carmen Quijada (Club de lectura Aulaga)
Railes de nuestro destino, vagones de nuestra existencia,
paisajes que pasan como nuestras historias.
Estaciones que dejamos atrás,
como etapas de nuestra vida,
sin saber cuál será nuestro final de trayecto.
Es el tren de la vida...
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