Por Carlos Bonino
Imaginemos un
ligerísimo filamento en suspensión. Del grosor de un cabello. Cualquier
imperceptible variación de la corriente (de aire, de energía) provocará en él
un efecto. Así, el temperamento y personalidad del artista. Su corazón es un
sismógrafo, un barómetro, un preciso y genuino polígrafo. En este sentido, la
hiperestesia es condición fundamental del creador de ficciones (y no
ficciones).
Ese mecanismo
afinado y preciso es Alice Munro.
Tan afinada y
precisa que al cándido podrá parecerle incluso despiadada. La morosidad en el detalle psicológico, el retrato total es la especialidad de Munro. Casi
puede uno imaginarla de niña con su vestido de marinerita arrancando los ojos
de las cuencas a los peces en su cesta sólo para exponerlos, colocarlos a la vista, que es la manera que el artista
tiene de comprender el mundo. La
misma curiosidad desprovista de alarma de la niña Jordan frente al miembro
desnudo de Chamberlain prefigura el
espíritu de la futura narradora/artista.
"La vida
de las mujeres" es también, de nuevo, la crónica de los años de formación
del escritor (como en Proust, en Henry Miller...). Su desenlace aparece como
una coda de resonancias epifánicas a cuya altura sabemos que la autora ha
encontrado su destino.
El lector de
Munro descubrirá también que sus palabras resuenan una vez cerrado el libro con
la insistencia ciega de un grillo en una caracola. En este sentido, los
contenidos de la obra actúan como un mágico sedimento que trabaja en silencio,
un poso que se extiende y cobra nuevas dimensiones después de acabada la lectura. ¡Bravo por Alice Munro, capaz de
bofetadas que escuecen al rato! No subestimemos esa especie de escándalo de
fiesta en casa del vecino que se adivina como un pulso tras la aparente calma
de sus relatos (rasgo que comparte con Sherwood Anderson y Steinbeck, por citar
sólo esos nombres) porque es signo de auténtica grandeza literaria.
Y al final
del viaje, de la mano de Alicia (cicerone como la del cuento), uno descubre
que, pese a las apariencias, no ha aprendido absolutamente nada del mundo que
le rodea. Nada.
Sino tal vez algo más.
Algo distinto.
Otra cosa...
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